Calidad del producto: "cartuchos" deliberados

2 28. 07. 2016
V congreso internacional de exopolítica, historia y espiritualidad

Desde hace algún tiempo en mi barrio existe la creencia de que (no sólo) los aparatos eléctricos, sino también todos los productos electrónicos, tienen intencionadamente añadidas las llamadas "curvas" que garantizan el fallo prematuro del dispositivo, ya sea electrónica de consumo, electricidad componentes en automóviles y, por último, pero no menos importante, productos para uso profesional. Y aquí surgen los primeros fragmentos de que con nuestra "paranoia" no volverá a hacer tanto calor, juzguen ustedes mismos.

¿Es sólo una ley de consentimiento que una impresora o una lavadora a menudo dejen de funcionar poco después de que expire la garantía? No lo es. ¿También te preguntas a veces si los bienes de consumo tienen una fecha de caducidad "programada"? ¿O es simplemente una ley de consentimiento que una impresora o una lavadora a menudo dejen de funcionar poco después de que expire la garantía? En los últimos meses, el partido alemán Svaz 90/Verdes ha intentado encontrar una respuesta a estas preguntas. ¿Resultado? La portavoz del partido, Dorothea Steiner, comentó la conclusión del estudio de más de cien páginas: "Es una tontería".

Resultó que la llamada obsolescencia programada se ha convertido en una práctica común mediante la cual las grandes corporaciones maximizan su facturación. "La obsolescencia programada es omnipresente hoy en día. Los componentes a menudo tienen un tamaño funcional insuficiente, se desgastan prematuramente o provocan una falla esencialmente sincronizada. La venta de productos intencionadamente de baja calidad se ha convertido en un fenómeno de masas", afirma Stefan Schridde, uno de los autores del estudio.

Según él, la obsolescencia programada adopta una amplia variedad de formas:

  • las piezas metálicas se sustituyen por piezas de plástico;
  • dispositivos como las computadoras portátiles están fabricados de tal manera que es imposible acceder a ellos;
  • las baterías suelen ser una parte fija del producto y no se pueden reemplazar;
  • se están desarrollando accesorios que sólo son compatibles con algunos modelos;
  • Y así sucesivamente y así sucesivamente…

El caso más extremo es cuando una empresa programa directamente una vida útil exacta en sus productos. Al parecer, algunos fabricantes de tarjetas de memoria para cámaras o teléfonos hacen esto de forma habitual hoy en día: si el propietario supera una determinada cuota, la tarjeta queda inutilizable. Se dice que funciona de manera similar, por ejemplo, con varias máquinas de café, que simplemente dejan de funcionar después de una cierta cantidad de cafés y avisan al propietario que es hora de realizar mantenimiento.
Lo mismo ocurre con las impresoras: algunas se han configurado para que dejen de imprimir después de que se haya impreso una cierta cantidad de páginas. En concreto, el estudio presenta el caso de un cartucho para impresora láser: su contador incorporado hacía que la impresora informara que era necesario sustituir el cartucho después de quince mil páginas impresas. Schridde y sus colegas consiguieron girar el contador tres veces e imprimir cincuenta mil páginas más sin ningún problema...

¿Y luego dónde con todo esto?

En este sentido, la empresa Apple se hizo cargo del mayor escándalo mediático en lo que va del siglo XXI. El gigante californiano ha construido sus reproductores mp21 iPod de manera que sea imposible sustituir la batería, lo que limitó artificialmente su vida útil a 3 meses en Palo Alto. En 18 se inició una demanda colectiva en Estados Unidos que culminó con un acuerdo extrajudicial: Apple tuvo que prometer sustituir las baterías sin coste alguno y al mismo tiempo ampliar la garantía de dieciocho meses a dos años.
Al fin y al cabo, en el estudio alemán se menciona a Apple varias veces. Entre otras cosas, porque sus dispositivos se caracterizan por tener tornillos especiales, de modo que sólo los propietarios de herramientas específicas, es decir, los reparadores autorizados por Apple, pueden acceder al interior de los productos. (En el caso de los portátiles "Applax" es un poco más complicado, allí los componentes individuales incluso están pegados entre sí.)

El precio del componente, que prolongaría la vida útil del producto hasta una década entera, no difería ni un céntimo de euro del precio de los componentes de uso común. Schridde también considera que todo tipo de cuencos con condensadores electrolíticos, que básicamente pertenecen a los componentes más importantes de los aparatos electrónicos, son una gran estafa de nuestro tiempo. "En muchos productos, como televisores, reproductores de DVD, ordenadores y similares, pudimos demostrar que aparentemente se habían integrado deliberadamente condensadores, lo que acortaba la vida útil de los aparatos entre cinco y diez años", escribe el experto en el estudio. Y añade que definitivamente no se trata de una cuestión de precio, como podría pensarse: el precio de un componente que prolongaría la vida útil del producto hasta una década entera no se diferenciaba ni en un céntimo de euro del precio de los productos comúnmente utilizados. componentes usados!

Sin embargo, la electrónica no es ciertamente el único bien de consumo mencionado en el estudio. También encontrarás en él:

  • suelas de goma de baja calidad que se desgastan prematuramente y además están pegadas al zapato de tal manera que es imposible reemplazarlas;
  • cremalleras de plástico en espiral que fallan prematuramente;
  • o algodón con fibras tan cortas que los textiles fabricados con él sólo duran unos pocos meses.

"Los ejemplos de la experiencia demuestran que la obsolescencia prematura planificada o al menos tolerada está en todas partes. Las baterías que no se pueden cambiar, las tapas pegadas o los puntos débiles deliberadamente integrados lo atestiguan claramente. Es una pocilga", afirma Dorothea Steinerová, portavoz del Partido Verde alemán. Según ella, esto no sólo genera enormes costes para los consumidores, sino también montañas gigantescas de basura, que pronto se convertirán en un problema fatal para el medio ambiente y, en última instancia, para la salud de todos nosotros.

Nada nuevo realmente

Cabe señalar que la obsolescencia programada no es una invención del siglo XXI, sino que ha existido en determinadas formas durante más de cien años. Un ejemplo clásico de la reducción sistemática de la vida útil de un producto es el ya legendario cartel de bombillas Phoebus de 21.

En aquel momento, los principales fabricantes de bombillas, entre ellos Philips, Osram, General Electric Company y Compagnie des Lampes, acordaron al unísono reducir la vida útil de sus productos de 2500 a 1000 horas. Se demostró que el cartel existía hasta 1942, cuando el gobierno de Estados Unidos demandó a General Electric y otros por competencia desleal.

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